“La bodega del pequeño pesquero apestaba a un revuelto de aceite, agua de mar y escamas de pescado; la pequeña banda de 5 hombres apretados fuertemente contra la plancha de madera del fondo se bandeaba de un lado para otro al punto que les parecía que en cualquier momento tendrían que vomitar hasta las entrañas... Pero el guardacosta francés no se dejó engañar, su patrulla se pegó al pesquero y apuntó las linternas directamente hacia abajo. ‘Américains, encore une fois’... agarrados. Ahora tomaría todavía más tiempo llegar a su destino —atravesando la frontera de Francia— a la base de entrenamiento de las Brigadas Internacionales en Albacete, España.
“Cuando la policía los llevó del muelle a la cárcel provisional de Perpignan, los lugareños los rodearon. Junto con los voluntarios para España, convirtieron la procesión en una manifestación. ‘Vive la Republique’, se gritaban entre sí, volando los puños enhiestos, ‘Vive le front populaire!’ ”[59]
Desde el comienzo, la Guerra Civil española despertó a las masas alrededor del mundo. En innumerables países, mucha gente fue atraída a la lucha, algunos viniendo por su propia cuenta a unirse a las milicias revolucionarias. Mucho antes de que se constituyeran las Brigadas Internacionales ni nada que se le pareciera, muchos que habían venido a Barcelona a los Juegos Olímpicos Espartanos (en oposición a los Juegos Olímpicos Nazis que simultáneamente se llevaban a cabo en Berlín), se enrolaron como voluntarios en las milicias de Cataluña y Aragón. Revolucionarios exiliados de países fascistas formaron sus propias centurias, o se unieron individualmente a las milicias.
En el verano de 1936 el liderato de la Comintern hizo un balance de esto. Thorez de Francia y Wintringham del partido británico, quienes parecen haber originado la idea, le presentaron al Ejecutivo de la Comintern el proyecto de una fuerza internacional de voluntarios organizada por los partidos comunistas del mundo. Se concebía tal fuerza principalmence como de “valor propagandístico” político, y no como un substituto de la ayuda militar directa de los soviéticos (lo cual también se propuso). Desde luego, las Brigadas también jugarían un rol militar en fortalecer a las tropas españolas, que en general carecían de experiencia.
De esa manera comenzó un profundo movimiento social a nivel mundial. En los años siguientes, aproximadamente 45.000 voluntarios irían a España a combatir del lado de la República.[60] Muchos morirían por esa causa —de los 3.200 voluntarios de los EU, por ejemplo, sólo 1.500 regresaron vivos, y casi todos con al menos una herida. A pesar de la línea de la Comintern al crear las Brigadas, línea que no era ni revolucionaria ni internacionalista, las Brigadas y el movimiento en torno a ellas tocaron una profunda fuente de internacionalismo entre la gente de todos los países. Cerca de 300.000 personas en los EU solicitaron a la embajada española permiso para entrar a España, aunque a muchos los trancó el gobierno de EU.
Un vistazo a algunos de aquéllos que combatieron en las Brigadas nos da una idea del alcance de este movimiento: Cunningham, en una ocasión comandante del Batallón Británico Skalatvala (cuyo nombre honra a un revolucionario hindú), había sido condenado a prisión por organizar un motín en el ejército británico en Jamaica en 1920; Berthel, comisario del mismo batallón, fue líder en el partido de Algeria; Chapiev, líder de la Comuna Húngara de 1919, había sido arrestado allá, luego escapó de la cárcel a Checoeslovaquia, de donde fue entregado por extradición; Tabakoff, un oficial del Batallón Dimitrov, había tomado parte en la Revolución Búlgara de 1924, se mantuvo en la clandestinidad y sólo reapareció como combatiente en las Brigadas en el Valle de Jarama, en las afueras de Madrid; Kleber, comandante de las Brigadas, había sido un oficial del ejército austriaco en la I Guerra Mundial hecho prisionero por el ejército del Zar y ganado a la causa bolchevique en la prisión, luego fue asignado como consejero militar en China.
En total hubo combatientes de 53 países. Algunos, como los mineros polacos del Batallón Davrovsky, quienes habían sido reclutados mientras trabajaban como inmigrantes en Francia, literalmente no tenían país; habían trabajado en Francia para reemplazar una generación entera de mineros franceses desaparecida en la previa guerra mundial interimperialista. Aunque el mayor número de reclutas provino de países europeos cercanos, también vinieron voluntarios de Sur y Centroamérica, China, el Japón y Marruecos.
Las Brigadas Internacionales jugaron un mejor papel en algunas de las primeras batallas (aunque jugaron un papel crucial como cuerpo de choque en todo encuentro importante en el transcurso de la guerra). Rápidamente se convirtieron en un modelo para unidades de todas las tendencias políticas. En marzo de 1937, por ejemplo, uno de los primeros intentos fascistas de rodear y capturar Madrid, fue acometido desde el noreste, bajando hacia Guadalajara por la carretera entre Madrid y Zaragoza, 60.000 tropas, principalmente italianos, fueron usadas para esta maniobra, encabezadas por una fuerza de 250 tanques y 180 piezas de artillería móvil.
El 8 de marzo, los italianos lanzaron un ataque sorpresivo, abriendo brechas en varios puntos de las defensas republicanas y tomando a Almadrones al día siguiente. Este punto estaba a 40 Kms. de Guadalajara, el último punto defendible antes de Madrid. Las Brigadas Internacionales XI y XII se apresuraron a la batalla, junto con el Batallón Garibaldi (italiano) y los guerrilleros del Comandante El Campesino. Viendo esto, los fascistas italianos invirtieron sus mejores esfuerzos en la batalla, enfocándose en el pueblo de Brihuega.
El 13 de marzo, una patrulla de los revolucionarios italianos se desplazaba hacia Brihuega, cuando oyeron otras voces hablando en su propio idioma. Los revolucionarios se acercaron al grupo de soldados italianos, les pidieron señas para ir a Brihuega, y continuaron su viaje. No fue sino más tarde cuando los grupos se percataron de que estaban en lados opuestos. Pocas horas después, las fuerzas italianas rivales chocaron en una enconadísima y reñida batalla alrededor del antiguo fuerte de Ibarra. Mientras tanto, los líderes del comisariado del Garibaldi hacían planes para una ofensiva de propaganda. Los aviones lanzaron volantes atados a piedras y los altoparlantes se acercaron a los tanques, alternando la agitación con el tiroteo: “Hermanos, ¿por qué han venido a tierra extranjera a asesinar obreros?”
Luego, el mal tiempo atascó los tanques fascistas italianos e impidió que les llegara ayuda aérea a las tropas fascistas. Desertores de las fuerzas fascistas agarraron los altoparlantes de los Internacionalistas y agitaron, incitando a la rendición a sus antiguos compañeros. El fuerte fue rodeado; cuatro tanques rusos y algunos dinamiteros entraron al ataque, mientras por los altoparlantes se escuchaba la canción comunista italiana “Bandiera Rossa”. Sorpresivamente, el castillo se rindió y comenzó la fuga desordenada de los fascistas italianos. Cuando la batalla terminó, miles de soldados habían desertado, y una enorme cantidad de equipo había quedado apilado y abandonado a lo largo de la ruta de la retirada fascista.
Estas batallas de las Brigadas Internacionales concentran en forma vívida las fuerzas mundiales que habían llegado a desempeñar el papel más importante en España. El hecho de que tantísima gente de muchos países del mundo estuviera dispuesta a sacrificar su vida en España, es en sí mismo una indicación del hecho de que la Guerra Civil española representaba una tremenda oportunidad para el avance de la revolución mundial aunque, sin duda, un buen porcentaje de combatientes se consideraba “luchadores por la democracia” más que como internacionalistas proletarios. La coyuntura mundial ciertamente enlazó los eventos en España con la vida, el pensamiento y las acciones de un incontable número de gente en todo país.
Sin embargo, el liderato de la Comintern despilfarró este potencial internacionalista. La Comintern pintó a los voluntarios de las Brigadas como luchadores ejemplares por la democracia y el nacionalismo burgués, y a medida que pasaba el tiempo reclutó más y más sobre esa base. Es una vergüenza que tantos obreros, jóvenes y demás gente de inclinaciones revolucionarias en EU, hubieran sido reclutados en algo que se llamara “Batallón Abraham Lincoln” (así como en otro batallón menos conocido bautizado en nombre del gran esclavista George Washington) —una unidad militar cuyo liderazgo promovió una línea que hacía honor a tal nombre.
Claude Bowers, el embajador de EU en España cuando estalló la Guerra Civil, cuenta cómo los primeros voluntarios de EU hicieron una manifestación frente a la ventana del consulado de EU en Barcelona —una especie de irreverente desafío a los imperialistas de EU— pero remataron la marcha cantando el himno nacional, “Star Spangled Banner”. (Bowers anota en una parte realmente grotesca de su descripción, que cuando la Brigada cantó todos los tres versos del himno nacional, ¡él supo que los dirigentes debían ser comunistas!).[61]
Esto era bastante típico de la forma en que la Comintern pintó la Guerra Civil. El diario comunista
francés L’Humanité, por ejemplo, propuso la consigna: “Con España, por la seguridad de Francia”. Y,
como es usual, el PCEU estuvo a la vanguardia de las desviaciones derechistas. Earl Browder dijo en
un discurso pronunciado para “Conmemorar a Lenin”(!) y enfocado sobre España: “En América, aún están
vivas la feroz pasión por la libertad y el odio a los tiranos que dieron origen a nuestro país y lo
protegieron en muchas pruebas, las tradiciones revolucionarias que son el meollo del americanismo —aun
cuando nuestro gobierno ha traicionado el americanismo.
“¡Qué arrogante estupidez llevar a cabo este bloqueo a España, a nombre del
americanismo!”[62]
Literalmente decenas de millones alrededor del mundo recibieron esta suerte de “entrenamiento” de la Comintern respecto a España y todos los eventos mundiales. Debe causar poco asombro, entonces, que bajo las condiciones de ocupación durante la II Guerra Mundial —que en algunos aspectos se parecieron muchísimo a la Guerra Civil española— los revolucionarios y avanzados entre las masas, gravitaron “naturalmente” hacia el nacionalismo burgués como la ideología de su lucha, y se alejaron de la meta de la revolución proletaria. Por la época de la guerra mundial, los veteranos del Batallón Abraham Lincoln de EU lucharon para que se les permitiera enrolarse en el ejército de EU.
Pareciera que las Brigadas Internacionales finalmente fueron víctima de la “estrategia inglesa” de la Comintern. A principios de 1938, la crisis checoeslovaca había creado un ambiente de tensión en toda Europa; la guerra mundial se consideraba inminente. Era obvio que si la guerra hubiera estallado entre el Eje y los Aliados sobre Checoeslovaquia, los Aliados necesariamente se hubieran unido a los soviéticos y tendrían que ayudar a la República. En esas condiciones inciertas, se incrementó la ayuda soviética a España; Francia abrió sus fronteras para dejar pasar esos materiales.
En julio, los republicanos lanzaron una ofensiva sorpresa a través del Río Ebro, cruzando en botes por la noche y atacando a las perplejas fuerzas franquistas, obligadas a retroceder en desbandada. El ataque, que ocurrió después de una serie de ataques aparentemente incontenibles por parte de Franco, tenía un propósito político: mostrarle a las potencias occidentales que el Ejército Popular mantenía espíritu, determinación y organización suficientes como para seguir en la lucha por algún tiempo. Y la ofensiva ciertamente logró victorias temporales sobre las fuerzas fascistas.
Pero a finales de septiembre, se hizo claro que los ingleses y franceses no habían cambiado su política hacia la República, ni su estrategia mundial de conjunto, sino que habían querido mantener abiertas todas las opciones. El acuerdo de Munich fue firmado, haciendo patente que las potencias occidentales seguían con su plan de maniobrar para crear una confrontación entre Alemania y la Unión Soviética. Menos de un mes después del Acuerdo de Munich, en medio de una encarnizada lucha en sectores que los republicanos habían tomado en la ofensiva del Ebro, las Brigadas Internacionales fueron retiradas —no sólo de la batalla sino de la guerra por completo. El 28 de octubre se celebraron en Barcelona manifestaciones de despedida en su honor.
Aunque la situación mundial en el período posterior al tratado de Munich requiere más estudio, parece que la Unión Soviética en aquel tiempo dedicó sus esfuerzos a la táctica de formar una alianza con Alemania y así frustrar las maniobras de Inglaterra y Francia dirigidas a que Alemania atacara a la Unión Soviética. El “movimiento antifascista” mundial, del cual las Brigadas Internacionales y la totalidad del movimiento en torno a la Guerra Civil española eran un aspecto tan clave, ahora resultó contradictorio con las necesidades temporales de la política exterior soviética.
A partir de esto y de la forma en que la propaganda de la Comintern le restó importancia a la guerra, parecería como que los soviéticos habían decidido zafarse de la guerra en España y del PCE. Sin embargo, al PCE no se le pidió que capitulara militarmente, sino que continuara sus medidas de resistencia por su propia cuenta. (Una explicación sugiere que España era la última esperanza de los soviéticos para lograr una alianza con el bloque anglo-francés).
La resistencia militar bajo el mando del PCE continuó por algún tiempo. Esto se basaba claramente en la perspectiva de una guerra mundial, que el Partido creía forzaría finalmente a Inglaterra y Francia a ayudar a la República. La colaboración con los demócratas burgueses y los imperialistas alcanzó sus más bajos fondos. El Primer Ministro Negrín, conjuntamente con el PCE, formuló una Política de Trece Puntos, proclamada en mayo de 1938, llamando a “todos los españoles patrióticos” de ambos bandos a unirse. Los Trece Puntos establecían los términos de la unidad en tal forma que a los imperialistas occidentales no se les podía escapar su carácter capitulacionista. El New York Post lo captó bastante bien:
“Si la República alguna vez fue ‘roja’, como sus enemigos la llaman, la gran obra de devolver minas y fábricas a sus antiguos propietarios ciertamente muestra que no se le puede aplicar adecuadamente la etiqueta... Un oficial [republicano] que entrevistamos, aseguró que el gobierno de Negrín se ha vuelto más conservador y capitalístico que el gobierno que existía antes de la ofensiva de Aragón... Lo que este oficial no agregó fue que el gobierno tenía un motivo político para descolectivizar. Con ello demostró, en consideración a Inglaterra, Francia y los Estados Unidos, que el gobierno republicano no es un gobierno ‘rojo’”.[63]
Pero las potencias occidentales no quisieron darse por enteradas. El 27 de febrero de 1939 (con la guerra todavía en curso), Inglaterra y Francia reconocieron el régimen de Franco como el gobierno legítimo de España; y, el mismo día, como era de esperarse, Azaña dimitió y se exilió en Francia.
Mientras tanto, otros republicanos y sus aliados tenían sus propios planes. Por algún tiempo, las masas en la retaguardia republicana venían cayendo en la apatía y el derrotismo. Esto había sido demostrado dramáticamente por el colapso del frente de Cataluña, aún desmoralizada por los sucesos de Barcelona a los que ya nos hemos referido; pero la apatía y el derrotismo cuajaron incluso en Madrid, teatro de los más reputables logros del Partido en movilizar a las masas. Este colapso del apoyo popular aun en las plazas fuertes del Partido, fue sin duda alguna, el motivo de la rebelión del personal del Mundo Obrero en Madrid. A finales de 1938, el periódico publicó un editorial directamente opuesto a la línea del Partido, diciendo que no creía que “la única solución a nuestra guerra es que España no sea ni fascista ni comunista, porque Francia así lo quiere”.
Al día siguiente, en un artículo de su puño y letra, el Secretario General del Partido, José Díaz, le hizo una aguda crítica al editorial diciendo que éste “no corresponde ni a la situación, ni a las políticas de nuestro Partido, ni a las de la Comintern. Queremos que los estados (democráticos) vengan en nuestra ayuda”.[64]
Para marzo de 1939, los republicanos habían logrado juntar una camarilla de líderes descontentos y desmoralizados, que tenía como jefe al Coronel Segismundo Casado e incluía al General Miaja y el anarquista General Mera. El día 6, este grupo lanzó un golpe de Estado en Madrid con el propósito de tumbar la influencia del PCE del gobierno, incluyendo, especialmente, a Negrín. Unidades al mando del PCE contraatacaron en Madrid y capturaron casi toda la ciudad (aun cuando la población, en agudo contraste con 1936, no tomó parte alguna en estos hechos). Justo en ese momento, Franco lanzó una ofensiva. Las unidades del PCE no pudieron combatir en dos frentes y el golpe de Estado triunfó.
Sin embargo, las mismas condiciones que le abrieron a Casado y los republicanos la oportunidad de lanzarse finalmente a su “arreglo”, también implicaron que Franco no tenía necesidad de convenir con tal arreglo. Las pláticas entre Franco y la camarilla de Casado se rompieron, y los golpistas huyeron a Francia, uniéndose a muchos otros de todos los partidos políticos que ya estaban exiliados allá. El Papa Pío XII le envió a Franco sus felicitaciones por “la victoria católica de España”.[65]